martes, 15 de diciembre de 2009

MENSAJE A LOS PERUANOS


He dicho, después, de haberlo comprobado, que en el Perú la clase alta está profundamente corrompida y que su egoísmo la lleva, para satisfacer su afán de lucro, su amor al poder y sus otras pasiones, a las tentativas más antisociales. He dicho también que el embrutecimiento del pueblo es extremo en todas las razas que la componen. Estas dos situaciones se han enfrentado siempre una a otra en todos los países. El embrutecimiento de un pueblo hace nacer la inmoralidad de las clases altas y esta inmoralidad se propaga y llega, con toda su potencia adquirida durante su carrera, a los últimos peldaños de la jerarquía social. Cuando la totalidad de los individuos sepa leer y escribir, cuando los periódicos penetren hasta la choza del indio, entonces, encontrando, en el pueblo jueces cuya censura habréis de temer y cuyos sufragios deberéis buscar, adquiriréis las virtudes que os faltan. Entonces el clero, para conservar su influencia sobre este pueblo, reconocerá que los medios que emplea en la actualidad ni pueden servirle. Las procesiones burlescas y todos los oropeles del paganismo serán reemplazados por las predicas instructivas, por que después de que la imprenta haya despertado la razón de las masas, será a esta nueva facultad a que habrá de dirigirse su se quiere ser escuchado. Instruir, pues, al pueblo; es por allí donde debéis empezar para entrar en la vía de la prosperidad. Estableced escuelas hasta en las aldeas más humildes: esto es lo urgente en la actualidad. Emplead en ello todos vuestros recursos. Consagrad a esto los bienes de los conventos, pues no podríais darle destino más religioso. Tomad medidas para facilitar el aprendizaje. El hombre que tiene un oficio no es ya un proletario. A menos que le hieran calamidades publicas, no tiene ya necesidad de recurrir a la caridad de sus conciudadanos. Conserva así la independencia de su carácter tan necesaria para que se desarrolle un pueblo libre. El porvenir es de América. Los prejuicios ni pueden adherirse a ella como en nuestra vieja Europa. Las poblaciones no son lo bastante homogéneas como para que este obstáculo retarde el progreso. Desde que el trabajo deje de ser considerado como patrimonio del esclavo y de las clases ínfimas de la población, todos harán merito de él algún día, y la ociosidad lejos de ser un título a la consideración, no será ya mirada sino como un delito de la escoria de la sociedad.


Vuestra compatriota y amiga

Flora Tristán

Paris agosto de 1836

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